El pasado sábado dio comienzo en Brasil la llamada Copa Confederaciones de la FIFA en Brasil, evento futbolístico que convoca a los campeones regionales y al campeón del mundo a un pequeño torneo que funge como un mundialito que hace antesala a la Copa del Mundo. Ha sido sorprendente que son los asuntos extra cancha los que han captado la atención internacional. Diversas ciudades brasileñas se han llenado de manifestantes que protestan por un aumento de 20 centavos de reales a la tarifa del ómnibus. Mero pretexto, pues los propios manifestantes saben que ha mucho más en discordia. que esto.
Fuente: lahaine.org |
Los eventos en Brasil me hacen recordar la creciente ola de protestas en el mundo. Hace unas semanas eran Turquía y Chile, hace dos años era el África musulmana y España. Pero, por efectos de localidad, me resulta sustancial vincularlo también con México. La cercanía con el evento deportivo remite necesariamente al 68, donde se privilegió la”imagen internacional” por los Juegos Olímpicos sobre el respeto a los derechos humanos. A 42 años del 2 de octubre, las calles mexicanas se volvieron a llenar de jóvenes inconformes, y aún tuvimos ecos del #yosoy132 el pasado 11 de junio donde también hubo enfrentamientos, así como la doble versión mediática, por una parte, la televisión mostraba manifestantes arrojando objetos pesados a los policías estoicos e inermes; mientras que las redes sociales mostraron fotografías donde los “agentes del orden” patean a un manifestante caído. Igual de brutal, aunque las televisoras pretendan ocultarlo.
Lamentablemente, el común denominador de Brasil, Turquía, México o Medio
Oriente es la marcada diferencia entre manifestantes y los agentes del
Estado, donde unos ven un pliego petitorio utópico y desproporcionado,
los otros ven un uso de la fuerza represor y desproporcionado. Y en esta
repetición del calificativo reside el problema de fondo, las grandes
desproporciones de este mundo posmoderno, donde muy pocos lo tienen casi
todo y casi todos tienen muy poco. A estas alturas, poco importa que
Brasil tenga un gobierno de “izquierda”,o que Neimar sea imparable para
las defensas japonesa o mexicana. Lo que en el fondo se juega es saber
si las izquierdas reales, las que nunca serán gobierno, son tan
imparables como Neymar.
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