sábado, 7 de julio de 2007

Arte y cultura: ¿banalización o reconocimiento?

Este fin de semana ha sido importante para el mundo del arte y la cultura en México. El día de ayer, viernes 6 de julio, se celebró el centenario del natalicio de la pintora Frida Kahlo; el día de hoy, 7 de julio, Chichén Itzá ganó un lugar entre las llamadas 7 Nuevas Maravillas del Mundo. Ambos eventos han tenido una gran difusión en los medios masivos no solo nacionales, por lo que México y su cultura han estado en boca del mundo en las últimas 48 horas. Sobre esto, hay dos posiciones encontradas: unos consideran que esta difusión banaliza el arte y la cultura; otros considerarán que esta difusión es producto de la calidad y el reconocimiento es consecuencia de ésta. Veamos qué sustenta a cada postura con cada caso.

Empecemos con el evento primero en tiempo: el centenario de Frida. Sobre esta excéntrica pintora mexicana se han dicho cantidad de cosas, muchas de ellas opuestas. Sus defensores destacan el empeño de una mujer cuya biografía está marcada por la tragedia y el amor; exaltan una obra introspectiva y a la vez muy imaginativa. Para algunas mujeres, Frida ha sido estandarte de una feminidad mexicana.


Para los detractores, la Kahlo es una oportunista que surgió de la sombra de Diego Rivera, una mujer egocéntrica, indefinida hasta en su tendencia sexual. Lo cierto es que, sea una cosa u otra, esta pintora cuenta con reconocimiento internacional y según encuestas de TV es una de las tres grandes mexicanas de la historia -sólo atrás de La Corregidora y Sor Juana-.

Chichén Itzá tiene, por su parte, todo en su favor y casi nada en contra. Este recinto maya simboliza la cúspide del conocimiento y cultura de esta civilización prehispánica. El evento del Equinoccio representa la unión de los mundos del hombre, pues tiene un pie en la perfección de la ciencia (siempre será en Equinoccio) y otro en la magia de la imaginación mística del ser humano (las sombras que forman la serpiente que baja). Estas características hacen de Chichén Itzá una auténtica maravilla, más allá de un concurso por Internet.

Frida y su ambivalentes opiniones, Chichén Itzá con todo el orgullo maya, ambos traen en común un reconocimiento a rasgos del arte y cultura mexicanos. Sin embargo, no todos estarán de acuerdo en dicho reconocimiento. Para los detractores, esa "fridomanía" que se ve en llaveros, encendedores y corbatas es solo una oportunidad más para vender a propósito de la pintora. En el otro caso, no son detractores del sitio arqueológico sino del concurso virtual los que se oponen, pues ven en esta votación solo un oportunismo para vender souvenirs y tours a las llamadas "Siete Nuevas Maravillas". El elemento que une a los opositores es la mercadotecnia y la difusión-casi-de-supermercado que recibieron los eventos.

Para la otra postura, donde yo me identifico, la mercadotecnia y la comunicación masiva no trivializan la obra previa. Los mayas no hicieron el Observatorio para que se les diera Prime Time de televisión, ni pienso que Frida, con todo y sus aspectos criticables, haya pintado para hacer de su obra una marca registrada. La mercadotecnia es una pandemia a la cual no se puede escapar en nuestros tiempos. Ante esta realidad, dolorosa para algunos, los distintos "campos de acción" de la sociedad se deben adaptar. Así como hemos visto el surgimiento en México de la llamada "mercadotecnia política", tampoco nos debe asustar el nacimiento de la "mercadotecnia cultural" o "artística". Así como los spots de televisión no hacen mejor o peor a Vicente Fox que a José López Portillo -cortados por la misma corrupta y cínica tijera-, la promoción de Chichén Itzá o Frida no demeritan su valor, pero tampoco le enaltecen.

Siguen siendo sabias las palabras de Jesús: "al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". A los mayas lo de los mayas, y a Frida, lo de Frida. Con o sin "Jesucristo Superestrella", llaveritos de pirámide o mascadas de "Las dos Fridas", esta es la verdad que priva.