Aún recuerdo con cierta claridad los ya lejanos años noventa, cuando Internet era toda una novedad, se nos vendían las bondades del mundo unipolar e interconectado, más veloz y más eficiente. Era el Fin de la Historia, diría Fukuyama; el Tío Sam había triunfado para hacer nuestra vida más feliz gracias a sus bondades consumistas y su cómoda tecnología. Con tan solo un sencillo click, cualquiera podría obtener lo que se le ocurriera.
Dos
décadas después, el mito del fin de la historia a manos del triunfo del
capitalismo tecnocientífico comienza a desdibujarse. Ya hemos hablado en Malinche de las extendidas
movilizaciones sociales, ya sean en Brasil o en México; igual han sido en
España que en Turquía o hasta el propio Nueva York. La gente no está del todo
contenta con lo que hoy se vive. A todo esto hay que agregar otras reacciones alérgicas
que la medicina de la tecnología digital está generando. Tener la información
al alcance de tod@s está dejando de ser algo virtuoso para convertirse en un
asunto perverso por donde se le mire. Las recientes revelaciones del agente
Edward Snowden que evidencian el espionaje a sus propios ciudadanos hecho por el
gobierno de los Estados Unidos son, desde uno u otro punto de vista, un uso
perverso de la tecnología.
Fuente: www.guardian.co.uk |
Para
los que miramos al ex agente en proceso de convertirse en asilado político,
confirmar lo que muchos sospechábamos, esta orwelliana práctica de vigilarlo
todo y saberlo todo se muestra como una forma perversa de uso de la tecnología
para atentar en contra de la libertad de los ciudadanos, pregonando un supuesto
interés superior de orden de “seguridad nacional”. Hay un claro abuso de poder,
un doble discurso donde se desnuda mi privacidad y se revela ante el Estado. Por
su parte, si tomamos el punto de vista de los que tachan a Snowden de “traidor
a la patria” y de “criminal” por divulgar asuntos altamente confidenciales,
violando la secrecía profesional que juró guardar al contratarse como un agente
de seguridad de los Estados Unidos; el papel de la tecnología sigue mostrándose
inicuo. Gracias a las “cuatro laptops” que el agente llevó consigo a su llegada
a Hong Kong, esta información dejó de ser secreta para convertirse en pública,
con toda la gravedad que el propio caso amerita. Si somos pro yanquis,
nuevamente hay perversión detrás de la tecnología, usada en contra del Estado. Véase
como se vea, como abuso de la autoridad o como atentado contra ella misma, la
tecnología digital ve comprometida su supuesta “neutralidad ética”.
Y
así, mientras tecleo este texto, no sé en qué momento este artefacto al que
miro mientras vuelco sobre él mis ideas, se me vaya a rebelar también. Paranoia
cibernética, pues. Tras una breve pausa, me doy cuenta que lo único que ha
logrado la tecnología es dotar de armas a todos, como lo hizo desde la rueda o
el fuego, los primeros aditamentos tecnológicos que le prometieron al humano
una vida mejor e igual fracasaron en el intento. Lo único singular en estas
batallas cibernéticas es que se hace igual o más daño con cuatro computadoras
personales que con los sofisticados servidores y enrutadores que componen el
sistema PRISM de espionaje que evidenció el ex agente. Hacer más con menos,
eficiencia pura.
Los
autos no volaron, e Internet no lo puede todo, aún. Pero tampoco es el Fin de
la Historia; todavía quedan muchas historias que contar, entre ellas, la del
propio Edward Snowden.
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