Al regreso de vacaciones de Semana Santa, donde los chilangos nos encargamos de instaurar pequeños periféricos y viaductos en todas las carreteras del país y callejuelas de cuanto pueblo es visitable en este país, me re encuentro con la ciudad y la música y me vengo a enterar que se cumple el cincuentenario luctuoso del máximo ídolo de la música en México: el inmortal Pedro Infante.
Qué mejor manera de que este blog dedicado a la música conmemore a tan singular cantante que compartiendo mis vacaciones con mis lectores al son de una ranchera, como “Caminos de Michoacán”. No fuimos ni a Uruapan, ni a Tacámbaro, ni pa’Ciudad de Hidalgo; pero sí anduvimos por varios caminos de Michoacán y pueblos que fui dejando. En la imagen, la bellísima Santa Clara del Cobre, con sus licorerías típicas (sí nos trajimos un charanda) y músicos locales. Folclor puro.
Por muy urbano y moderno que viva uno, por muy roquero y jazzero que se quiera uno declarar, se antepone siempre lo mexicano y no nos podemos sustraer a los pueblitos, el folclor, las canciones rancheras y, por supuesto, Pedro Infante. Mexicano que niegue haber crecido con él, seguramente no es mexicano.
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